miércoles, 19 de agosto de 2009
Un mundo de déspotas
Joder. Me ha vuelto a salir el herpes. No me sorprende. El estrés ha despertado de su letargo a los "bichitos" que viven en las células de mis sienes y se han vuelto locos. Y otra vez me estoy mordiendo las uñas. Con lo que me había costado dejar ese insano vicio -es peor que el tabaco-. Y todo se lo debo a mis queridos déspotas. Sí, en este post me pienso desahogar. Hablo de esos jefecillos de tres al cuarto que ascienden porque no hay otros a los que dar ese "carguito", y al recibirlo, se transforman. Jolín, que rápido aprenden a explotar a los que, hasta hace nada, se sentaban junto a ellos. Los desprecio. Son malas personas, como los cantautores.
sábado, 1 de agosto de 2009
El gato dorado
Hace unos meses, un compañero poco amigable, pero bastante cumplido, me hizo un regalo peculiar. Se trataba de uno de esos gatos dorados de la suerte que venden en los bazares chinos. Desde que lo tuve en mis manos, lo odié, pero por la inexplicable y absurda superstición, no fui ni he sido capaz de desprenderme de él. Es más, he creado en torno a este tótem hortera la creencia ridícula de que, si lo tiro o cambio de lugar, las cosas me irán mal. Y hoy, pensando en ello, me he dado cuenta de que mi vida y la de los que me rodean está mediatizada por otro tipo de felinos de plástico, los invisibles, aquellos que marcan nuestras conciencias. Son los que hacen que te muerdas las uñas; los que frenan tu instinto. Los que coartan tus deseos cada vez que bajan su patita. Incluso silencian tu voz para dejar hablar a la de la complacencia. Pero no nos rebelamos. Todo sea por mantener el ¿equilibrio? en nuestras vidas.
lunes, 29 de junio de 2009
Mañana
Últimamente, no soy capaz de mantenerme demasiado tiempo en el presente. Y no es bueno. Primero, porque lo que está por venir no existe, y uno no puede vivir del mañana. Y segundo, porque, de esta manera, el ahora agobia, enloquece. Pero ya he encontrado la fórmula para disfrutar un ratito más del hoy. Fijar mi atención en las pequeñas cosas, en las que son capaces de arrancarme una sonrisa. Y por muchas de ellas, merece la pena quedarse.
domingo, 22 de marzo de 2009
Vértigo
Fijo mis ojos en esos obreros, los de la fotografía de Charles Ebbets, y no puedo evitar sentirme como ellos. Aparentemente tranquilos, apacibles, pero con un inmenso vacío bajo sus pies. No es una emoción nueva. Ya la conozco, pero hacía tiempo que el bocadillo me duraba demasiado. Y hoy me lo he acabado. Miro hacia abajo y el vértigo se apodera de mí. ¡Puedo controlarlo! -me digo-, aunque cuesta demasiado fijar la vista al frente y sentirme de nuevo segura. ¿Por qué no me subiría otro tentempié?
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